“Recuerda, hijo mío, que la vida al aire libre y a pleno sol
es la única sana; todo lo que está privada de libertad se desnaturaliza y muere
rápidamente (…)” Conde Toulousse-Lautrec
“Los libros son un gran consuelo, el mayor de todos.”
Condesa de Lautrec
“Los libros le habían ayudado a olvidar, acaso le ayudarían también
a vivir.”
“-Mamá quiero ser artista.
Un grito se escapó de los labios de la condesa.
-¿Artista?
La palabra resonó en su espíritu con notas infames.”
“-Lo malo que tiene- continuo Rachou, desentendiéndose de
las desmayada expresión de Henri- es que eres demasiado tímido, demasiado correcto
y condenadamente limpio. ¡Fíjate, mira tus uñas! Merde,
alors! Un poco de porquería no le hace daño a nadie. Y otra cosa: Deberías
decir Merde, Nom de Dieu y “Te voy a
escupir en la cara” una y otra vez como todo el mundo. Entonces nadie pensaría que
eres distinto, que eres un ser aparte de los demás.”
“Anquetín era de aspecto atractivo, con su cabellera rubia siempre
desmelenada. Las modistillas se volvían a mirarle y le hacían gestos a aquel
joven de barba amarilla y estropeado sombrero de copa. Pero fracasaba con las
mujeres por las muchas ilusiones que depositaba en ellas. La ignorancia y estupidez
femeninas le descorazonaban. Intentaba poner a prueba la inteligencia de sus
amantes, como algunos hombres someten a difíciles pruebas de moral a las suyas,
y con los mismos resultados negativos. (…)”
“Afuera, la lluvia tamborilea monótona contra los pizarrosos
tejados de las buhardillas, gotea sucios lagrimones sobre ruinosas fachadas de
las casas, se escurre por los aleros, gorgotea por los desagües y se desliza
por entre los relucientes guijarros, donde se estanca, aquí y allá, formando
espejos de quebrados bordes. En Montmartre la lluvia tenía una melancolía peculiar,
más intensa que en ningún otra parte de Paris. Era como la imagen liquida de la
desolación: la miseria hecha agua.”
“Se retorcía, meneaba las nalgas, te clavaba las uñas en la
espalda y te daba mordiscos en el cuello diciéndote en el oído que la estabas
matando. Palabras mon vieux, nada más que palabras. Las mujeres son frígidas, y
no lo puedes remediar. Su constitución, fisiológicamente, es igual a la de los
peces…”
“Volvió a sumirse en la contemplación del fuego. Distraídamente
observaba las llamitas azules saltando como diminutas bailarinas en los leños
encendidos, ¿Qué harían sus amigos en aquel momento? Lucas, ¿habría conseguido
el beso que le apetecía? ¿Se habría rendido Julia frente a unas pieles de
segunda mano? Tenía que ser delicioso que una linda muchacha le besara a uno…”
“De repente, su espíritu se exaltó, todo su ser se rebeló
contra la injusticia de su suerte. ¿Qué había hecho él para no poder bailar
como sus amigos? ¿Por qué no podía él tener una chica entre sus brazos? ¿Por
qué no podía ser amado, él que desesperadamente ansiaba amar? ¿Qué crimen había
cometido y por qué se le castigaba? ¿Por qué? ¿Por qué? Las palmas de sus manos
estaban húmedas, le rechinaban los dientes con furia, su cuerpo se retorcía en
un espasmo de deseo y de rabia. (…)”
“(…) Ciertamente él era feo y cojo. Las palabras de la
trotacalles de la cervecería aun resonaban en sus oídos. Pero algunas muchachas
se casaban con cojos, ciegos o inválidos. ¿Era Denise una de esas admirables y
desinteresadas muchachas, o era, como normalmente son todas las chicas, susceptibles
tan solo ante un rostro bien parecido o un físico agradable? ¿Comprendería que
el amor era algo más que una breve infatuación romántica y que la felicidad
duradera residía en algo más que un par de piernas vigorosas y que la corrección
de los rasgos fisionómicos? (…)”
“(…) ¡No puedes imaginarte, mamá, cual fácil es engañarse a
uno mismo cuando se es cojo! Poco a poco le vas quitando importancia a tu
fealdad, a tu cojera. Antes de que te des cuenta, ya estas creyendo que eres un
joven presentable con un ligero defecto al andar, y no el cojo enano y grotesco
que uno es.”
“Notaba algo extraño en él. Su aspecto era y no era el
mismo. ¡Los ojos! Allí estaba el cambio: se habían agrandado, oscurecido; ya no
eran alegres, infantiles.”
“Con secreta alegría descubrió que era un bebedor nato,
capaz de absorber una asombrosa cantidad de alcohol sin que le produjera ningún
trastorno aparente. Este hecho le causo una satisfacción inmensa. Había gentes
que escalaban montañas o que saltaban a caballo vallas de seis pies de altura.
Bueno, pues él también era capaz de hacer algo: ¡Era capaz de beber!”
“-Se podrá hacer el amor aquí, incluso si se es un enano,
¿no?
-¡Claro que sí! –asistió ella-. Grandes y pequeños, jóvenes y
viejos, todos son iguales para nosotras. L`Amour, para eso es para lo que
estamos aquí. Ahora voy arriba a llamar a las chicas.”
“Tal era Montmartre en aquel verano del 88: un oasis de hedonismo
ingenuo al margen de un mundo victoriano; el alegre distrito de la bohemia y de
los despreocupados escarceos amorosos, un barrio semirural en la horda de
París, con cerezos floreciendo en ls solares, con enamorados besándose en los
quicios de las puertas y con lavanderas adolecentes bailando el cancán para divertirse
y porque tenían hormiguillas en las piernas y radiantes corazones.
Era aún el viejo Montmartre, sucio, multitudinario y
sentimental.”
“¿Usted, ingles, si? Ingleses muy simpáticos, very nice, muy
gentiles, pero Londres very sad, muy triste. No amor en Londres; en París,
mucho amor. En París, mujeres muy lovely, muy apasionadas. Mi muy apasionada
con gentiles ingleses. Oh-la-lá!”
“(…) El mundo no era un lugar tan malo cuando todavía los
cocheros eran capaces de reír bajo la lluvia. Reír, ese era el secreto; reír
todo lo que se pudiera y pensar lo menos posible. ¿Cómo lo decía Bruyére: “No
esperes a ser dichoso para reír, porque puedes morirte sin haber reido”. Buen
tipo, el tal Bruyére…”
“-Voo comprenay, garsonn? Cat joo-lee p´tit femms. Oui, oui. Tray joo-lee. Oh-la-lá. Vive
la France! ”
“-Tiene usted razón, señorita, toda la razón. Debería
avergonzarme de mí mismo. Tengo la cabeza como el gorgonzola: apesta. Pero soy
demasiado pobre para tener escrúpulos de conciencia literaria.”
“Sintió el cálido aliento de sus palabras sobre el cuello.
Las puntas de sus dedos se pasearon por sus costados. Su voz se fue disolviendo
en un susurro.
-Ya verás, voy a ser cariñosa contigo. Puedo ser cariñosa
cuando quiero.
Ella se reincorporó con suavidad de reptil, deslizo su brazo
bajo la espalda de Henri, apretó sus labios contra los suyos…
Y de pronto, ya no hubo más que la desnudez de ella envolviéndole,
la humedad de sus lenguas…
Y arriba, en la ventana, la luna.”
“(…) La deseaba, le gustaba su depravación, su lujuria, su
intoxicante y siempre renovada posesión de su cuerpo. Para tenerla le era
preciso soportar su presencia. Dejarla salir suponía un riesgo. Era una vagabunda
con la calle metida en la cabeza. Podía encontrarse con alguien… podría no
regresar.”
“-Sé que está loca por un chulo cualquiera que ni siquiera
se halla enamorado de ella. Entonces, ¿por qué me resulta irresistible? No lo
sé. Al principio creí que se debía a la gracia de sus actitudes; posee una
adorable plasticidad innata en sus posturas que me impresiona lo indecible.
Vivir con ella es como vivir con una figura de Tanagra. Pero, naturalmente, no
es eso. Luego, he creído que se debería a su lascivia, a la depravación de sus
caricias. De ella se desprende una especie de poética obscenidad, de
encantamiento viscoso…”
“-Te odio, ¿sabes? Te he odiado siempre a ti, a tu fea cara,
a tus piernas. Un enano, eso es l que eres; un enano y un cojo. Un maldito cojo
que ni siquiera puede andar. Te he odiado desde que te vi. Hasta cuando te
decía que te quería te estaba odiando por dentro. Cuando me tocabas me
repugnabas con todo tu cuerpo (…)”
“La risa es el recurso de los necios. Es mucho más fácil reír
que tratar de comprender”
“-¡Obra! – Exclamó el conde sonriendo con ironía-. ¿Le
llamas obra a eso? – Señaló las telas que colgaban en los muros-: ¡Eso no es más que pornografía inmunda! ¡Un
pretexto para beber y holgazanear en los prostíbulos y en los salones de baile!
-¡Pues a eso le llamo yo obra!- replicó vivamente Henri-
Pero ¿Qué sabes tú de eso?¿ Cómo puedes saber qué es y qué no es una obra? Tú
no has trabajado nunca. Los de nuestra
estirpe no lo han hecho jamás. El trabajo es servil, bueno tan solo para burgueses
o villanos. ¡Nosotros somos grandes señores, señores de la espada! Nosotros
estamos por encima de todo trabajo. El mundo nos debe un respeto a cambio del
cual nada debemos entregarle. Somos tan nobles, llevamos tanta sangre azul en
las venas, somos tan bien nacidos, estamos tan imbuidos de orgullo y prejuicio,
que nos hemos vuelto inútiles, y todo lo que podemos hacer es asesinar animales
indefensos o pavonearnos sobre nuestros caballos, y si tenemos suerte, morir
bizarramente en un campo de batalla. Nos aureolamos con la gloria de nuestro
nombre, como si se tratara de una proeza notable el simple hecho de haber
nacido… La verdad es que nuestro mundo murió en Versalles y con María Antonieta,
y acaso debiéramos haber muerto nosotros con ella definitivamente. No siendo así,
somos los fósiles de una edad desaparecida, una especie de remotos dinosaurios.
Dices que me junto con las prostitutas. Naturalmente que lo hago. Y soy yo
quien tiene que agradecerles que quieran juntarse conmigo. ¿Qué otra clase de
mujer lo harías? Dices que bebo. ¡Sí, lo hago! Y cada día un poco más. ¿Por
qué? Porque bebiendo me olvido de mi fealdad, de mi aislamiento, del continuo
dolor de mis piernas. ¿Te gustaría estar en mi lugar?¿Te gustaría tenerte que
arrastrar como yo?¿Crees que te gustaría?... Bebo, claro que sí. Tú también beberías
si estuvieras como yo. Todos tenemos modos de evadirnos. Mamá tiene las
oraciones: tú, tus halcones y tos caballos. Yo… ¡Yo tengo el coñac! ¿Qué es lo
que querrías que hiciese?¿Que me pasara la vida echado en una cama turca? Ya lo
he intentado. Pero no he podido. Tampoco podrías tú…”
“-Creo que tengo cigarrillos. ¿Quiere uno?
-No, gracias señor, siempre he fumado en pipa, al menos
desde que recuerdo. – Abandono las riendas sobre sus rodillas y se puso a
buscar en sus bolsillos-. Una pipa es como una mujer. ¿Sabe? Uno se acostumbra
a ella. Da calor y hace que uno se sienta acompañado. Una pipa, además, no
habla.”
“-Ahora comprenderás el porqué de que los artistas se mueren
de hambre- Observo Henri cuando discurría por una galería con las paredes
atestadas de cuadros-. El arte constituye el ornamento más abundante y menos necesario
de todos. Solamente los tantos, los genios o las personas que, como yo, no
tienen otra alternativa, pueden elegir deliberadamente el arte como profesión.”
“-Quisiera que lo hubieras conocido. Te habría gustado… Los
dos eran grandes artistas, aunque tan diferentes entre ellos como el día de la
noche. Creo que el que sobretodo te hubiese gustado era Vicente. Resultaba difícil
no quererle, aunque era un hombre extraño. Pero era demócrata igual que tú, y
los dos hubierais estado de acuerdo acerca de la depravación de los viejos
reyes y de la desfachatez de los aristócratas. Probablemente se habría
enamorado de ti. Era tan tonto, pobre Vicente, que no le cabía en la cabeza que
pudieran existir personas incapacitadas para el amor.
-¿Qué ha sido de él?
-Se suicidó.”
“Diáfana, iridiscente, casi dolorosa por la intensidad de la
delicia(…)”
“Tiempo atrás se había preguntado con frecuencia que se sentiría
amando a una muchacha bonita, inteligente y sensible. Ahora lo sabía. Era la más
intensa emoción que podía experimentar sobre la tierra, la que hizo que Adán se
decidiese a perder el Paraíso…”
“-Dices que no esperas a que yo te amé. Te equivocas, Henri.
Todo el que ama espera ser amado. Tú también. No digas que no. Sigues creyendo
que si fueras lo bastante amable, generoso y paciente yo acabaría enamorándome de
ti. ¿Te acuerdas de cuando me decías que habías aprendido tu lección?...
Entonces te creí, pero ahora sé que no te la aprendiste nunca. Nunca. Iras por
la vida sin resignarte, confiando siempre en que te amara alguna muchacha, y
quedando defraudado siempre, herido una y otra vez. Herido, sí, como yo te
estoy hiriendo ahora. Fíjate, en cierto modo son iguales tu situación y la mía.
Los dos deseamos lo que no está a nuestro alcance; los dos deseamos amor y no
podemos alcanzarlo. Yo, porque he renunciado a él; tú, porque eres cojo y feo.”
“Papá, ahora tienes ocasión de realizar un acto de hombre de
bien. Estoy encerrado. Y todo lo que está encerrado muere”